El ex primer ministro británico Boris Johnson desplegó el miércoles sus dotes de supervivencia política respondiendo con actitud combativa a la comisión que investiga si el controvertido dirigente conservador mintió intencionadamente al Parlamento sobre el “partygate”.
“Estoy aquí para decirles con la mano en el corazón que no mentí a la cámara”, afirmó. “Cuando hice esa declaraciones, las hice de buena fe y en base a lo que honestamente sabía y creía en ese momento”, aseguró durante una comparecencia televisada de tres horas y cuarto, en que se mostró inusualmente tenso, sin su característico sentido del humor y excepcionalmente bien peinado.
Sus asesores le habían asegurado, reiteró, que no se infringió ninguna norma en las múltiples “reuniones de trabajo” celebradas en sus oficinas de Downing Street durante los confinamientos contra el covid-19 en 2020 y 2021.
“Quienes piensan que estábamos de fiesta durante el confinamiento simplemente no saben de qué están hablando”, fustigó.
Explicó que en un entorno laboral intenso, con interminables jornadas de trabajo contra la pandemia, en un edificio antiguo de pasillos estrechos y salas pequeñas, era “imposible” mantener dos metros entre personas. Se siguieron las consignas de distancia social “en la medida de nuestras posibilidades”, declaró.
Defendió que había un “fotógrafo oficial” en encuentros como celebraciones de Navidad o despedidas de colaboradores y que habría sido “ridículo” hacerlo si fuesen fiestas ilegales. Y que, si hubiese sido “obvio” para él que lo eran, también lo habría sido para otros presentes como el actual primer ministro, Rishi Sunak.